lunes, 27 de septiembre de 2010

Bueno, en realidad, no eres nadie, sólo un trozo de papel ahora húmedo. Húmedo por derramar lágrimas que robé en algún badulaque mientras pensaba en esta situación. Estaba solo, pisando un suelo que no me reconocía en estos pies. Pies de perdedor, al que le quitaron la corona. Me he disfrazado de despojo, me he convertido en una piel de camuflaje aterrorizada por el exterior. Y no, no sé salir de aquí.

Fui sobre mis ruedas, me deslicé en los bares, saboreé todas las barras solitarias que bailaban a mi alrededor. Dejé un taburete vacío a mi lado por si quería volver. Busqué sus ojos en la mirada de mil mujeres y ningunos eran ella. Aporreé mil paredes y dejé sangrar mis puños en la madrugada. No hubo ni rastro. Mi alma se fue de paseo y yo quedé sumergido en mis recuerdos (y en los suyos). Y ahora no está, ya nadie (nadie porque ella lo era todo) se emborracha conmigo y sonríe si no sé apagar un cigarro, si se me escapan las cosas de las manos, si me tropiezo, si voy despeinado o tarareo el sonido de la última canción del verano.

El tiempo ha dejado de ser tiempo y a pasado a caer para acomodarse y ser mi enemigo.

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