lunes, 13 de diciembre de 2010

He descubierto qué es el infierno. Es que no se me pongan rojitas las orejas en diecinueve días y quinientas noches. En la libertad imprescindible tampoco nunca el tiempo es perdido, y algún que otro recodo más de las ilusiones en la vida de olvidos. No siempre es estar clavada en un bar soltando penas brindando por nadie más que yo. También de paso en la sombra. de este infierno me estoy haciendo un sombrero, sombrero de largas incertidumbres que he recogido de ningún lugar.
Y si mil calles llevan hacia ti, todavía no he encontrado la dirección ni el sentido de mi existencia. Y creo que sí tengo tiempo que perder. Río abajo corren los sentires, y los puentes no ven nada más que seres extraños.Y yo me tiré de cabeza y me arrastró la corriente. Igual que Nicolas Cage en Living las Vegas, yo me voy a perder la cabeza de otro modo, con otro licor, para morir de una vez por todas por vos. Ya que puede ser mi último día en la Tierra. No tengo ojos de ciencia ni de ficción. Cerré mi puerta una mañana y eche a andar. Será cosa de mi niñez. Qué le voy a hacer si yo soy de barrio. Y aunque tú me pierdas yo siempre me encuentro conmigo. A bordo de mi botella, siempre me ahogo, a la buena de dios. Sin puestas de sol. Tal vez se trate de una dulce condena. Cuando brille el sol hay otras maneras de seguir. No me prestes atención, sólo déjate arrastrar, no tengo huellas del viento. Resumiendo, no me hagas hablar. Grita. Sin exagerar. A mí la luna me sabe a demasiado. No me alicates, no quiero cenefas. Yo me voy a Calella, cuando el catalán me invite a un cremat. De cristal o de diamante me quedan algunas caras ocultas, llenas. Crezco si enloquezco sin sentir con las neuronas. Yo me voy a plantar al campo.